TIEMPO A LOS AMIGOS
Uno piensa que los amigos y los seres queridos van
a ser eternos, y que van a estar ahí, para cuando nos acordemos de ellos y
tengamos ganas de verlos.
Y bueno eso está bien, si consideramos que no
hacemos daños a nadie con esa manera de ser y de actuar. Y que además nuestros
amigos sabrán perdonarnos esa manera de ser con ellos, caracterizada por
nuestra falta de consideración y atención a la amistad que con ellos tenemos.
Sí, es verdad, nuestros amigos siempre perdonan que
nos olvidemos de ellos, sin embargo la vida, esa, esa no nos perdona nada y el
olvido y la falta de atención a nuestros amigos no es la excepción.
¿Qué porque lo digo? Bueno simple y llanamente,
porque ella no espera y no nos va a dejar a nuestros amigos para siempre, para que
cuando me acuerde y se me ocurra que lo quiera ver este ahí para mí.
Y así un día te levantas y te encuentras con la
noticia, que aquel amigo, compañero de aventuras, con el que compartiste tantos
momentos buenos y malos, en un sinfín de aventuras… ya se ha ido, ya partió y
continua su viaje a cumplir la cita con su destino a donde quiera que este le
lleve, y no estuvimos ahí para al menos despedirnos o darle las gracias por tan
maravillosos momentos compartidos y decirle lo mucho que significo su amistad
en nuestras vidas, que se le quería y que sin su amistad nuestra vida hubiera
sido otra. Que su llegada a nuestras vidas tuvo como principal propósito
enriquecerla y hacerla más interesante y divertida. Ya no tendremos la
oportunidad de decirle nada de esto, porque supusimos, que siempre habría
tiempo para hacerlo y postergamos esta charla una y otra vez, hasta que llego
el día en que ya no hubo un después y ese sentimiento que le queríamos expresar
se queda dentro de nosotros como una brasa encendida quemándonos, sin el
consuelo de podérselo ya decir.
Así que cuando un amigo o un ser querido se nos
adelanta en el viaje hacia la posteridad, con el muere parte de nosotros. Ya
que lo vivido junto a él, se ha ido con él, pues esos momentos que nos pertenecían
a ambos, se fracturan y él se lleva su parte, haciendo imposible poderle
reponer jamás. De manera que cuando un amigo parte, se lleva con el parte de
nosotros, porque él forma parte de nosotros.
Así que sólo ante la muerte, reparamos que dejamos
lo más por lo menos, ya que por cosas banales y sin verdadero valor, dejamos de
poner atención y atender lo que es realmente importante en nuestras vidas, como
lo es la familia y los amigos.
Debemos de hacer un espacio en nuestra apretada
agenda llena de compromisos y actividades, para darle lugar a la convivencia
con la familia y los amigos, pues sin ellos la vida no tiene ningún sentido. Por ellos somos y a ellos nos debemos,
Miguel Ángel Rodríguez Feliciano
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