lunes, 6 de abril de 2009

DESPEDIDA A UN APRENDIZ


Hace apenas unos meses tuve la fortuna de ser jurado en el examen profesional de un joven de nombre Leyver. Es de esas historias de vida perseverantes y de firmes convicciones, con una situación social y económica un tanto adversa para abrirse camino, sin embargo tesonero, no claudico ante los obstáculos que se le presentaron, siguió adelante hasta conseguir graduarse y sin detenerse mantuvo su paso hasta lograr titularse. Eso está muy bien y puedo decir que es un ejemplo de vida para muchos jóvenes estudiantes. Leyver empezó a trabajar, pero un trágico día el transporte público en que viajaba fue embestido por otro automóvil, quedando muy mal herido; por lo que debido a la gravedad de sus lesiones se le indujo el coma, esperando que su organismo respondiera al paso de los días y en verdad creí que sería otra más de las pruebas que superaría, sin embargo muy a mi pesar el fin de semana me hablan para notificarme de su deceso. Me avisa un compañero de trabajo y me comenta que me avisa porque él sabe que fui su maestro y que además le asesore la tesis, por esa razón me comunicaba de su deceso y me informaba en donde estaría siendo velado su cuerpo. En el momento que me notifican me encontraba comiendo fuera de casa con mi familia y a partir de ese momento los fui a dejar a la casa y me dispuse a ir a darle el último adiós a un joven ejemplar.


Estando frente al féretro se me vinieron a la mente muchas ideas, dentro de ellas, el hecho de que como maestro universitario, siempre estas teniendo noticias de los logros de tus alumnos y te llenas de orgullo cuando tienes noticias de ellos, de que ya están trabajando, que están en el extranjero, que estudian posgrados, que se casaron, que ya son padres, en fin, la mayoría de las noticias son del orden de los eventos subsecuentes en la vida de un joven; pero nunca reparamos en el hecho de tener que asistir a darle el último adiós a un alumno, pues por ser uno ya entrado en años, uno piensa que se irá uno primero y que más bien el último adiós nos lo darán ellos a nosotros. Y es que lo queramos o no siempre terminamos desarrollando lazos afectivos con ellos, no podemos ser ajenos a desarrollar sentimientos por nuestros alumnos, pues así como nos llenamos de alegría y orgullo al enterarnos de sus éxitos, también nos duelen las desventuras que nos enteramos llegan a tener. Son en parte como nuestros hijos, pues somos responsables de parte de su formación como seres humanos, pues parte de su forma de ser, estará impregnada por nuestras palabras y nuestros ejemplos.


Contemplando el ataúd que contenía el cuerpo ya sin vida de un joven alumno, me pongo a pensar la importancia que tiene en la vida de nuestros alumnos, el trabajo que realizamos con ellos y que lo mucho o poco, lo bueno o malo que logremos dejar en ellos se irá con ellos para siempre, de ahí que debemos de ser más consientes del papel que tenemos en su formación y tratar en todo momento ser un faro de luz que guie el camino que cada uno de ellos han de seguir, para que el día que a nosotros se nos tenga que dar el último adiós, nos vayamos con la conciencia de haber contribuido a hacer mejores seres humanos y sintiéndonos orgullosos de nuestro paso por esta vida, pues no todos tienen el privilegio de ser MAESTRO.


A la memoria de Leyver García Pérez

1 comentario:

Carmen Ortega dijo...

"La gratitud en silencio no sirve a nadie" (G.B. Stern).
Es por eso que quiero agradecer tan noble gesto al recordar a un gran amigo "Leyver".Los recuerdos construyen un camino que llega hasta el corazón y logra que a los amigos siempre los tengamos muy cerca, aunque en realidad estén muy lejos de nosotros. Pero tu Leyver siempre estarás con nosotros.

LA OTRA FORMA DE PENSAR